domingo, 7 de febrero de 2010

SALMO 11. (10)

Salmo 11 (10).

1 Al Señor me acojo, ¿por qué me aconsejáis
que me escape al monte como un pájaro?
2 que los malvados ya tensan el arco
y ajustan la flecha a la cuerda
para disparar en la sombra
contra los hombres rectos.
3 Cuando se tambalean los cimientos,
¿el justo qué podrá hacer?
4 - El Señor está en su templo santo,
el Señor tiene en el cielo su trono:
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.
5 El Señor examina a honrados y malvados,
al que ama la violencia lo aborrece.

6 Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
un viento huracanado será su porción.
7 Porque el Señor es justo y ama la justicia;
los rectos verán su rostro.

11, 1-7 Un inocente perseguido acude al templo invocando el derecho de asilo. Los encargados le dicen que en las circunstancias actuales de anarquía o terrorismo el templo no ofrece asilo seguro. Él responde con una profesión de confianza en el juicio del Señor.

Dios actúa como juez: su tribunal es forense y está en el cielo, porque es tribunal supremo, sin derecho de apelación. Del juez se concede especial relieve a la indagación (4-5) y a la ejecución de una sentencia con sus armas ígneas, que aniquilan sin remedio. El juez odia al violento, definiendo con su odio y amor los valores auténticos. Su imparcialidad no es neutralidad.

El inocente “¿qué podrá hacer?” –Profesar su fe: aunque tiemblen los cimientos, Dios “está”; aunque lo acechen en la oscuridad, Dios mira; aunque los malvados ataquen impunes, desde arriba les “lloverá” el castigo. Y al final podrá “ver el rostro” de Dios: de la fe a la visión, anticipada en la esperanza.

El templo es asilo. El derecho de asilo es una institución jurídica que utiliza edificios o ciudades salvaguardados.: ¿por la construcción material?, ¿por la instancia jurídica?, ¿por la persona del soberano? El personal del templo piensa en lo primero y desconfía; el orante en lo último: por la presencia del Señor en el templo, imagen y traslado del santuario celeste. El monte es refugio que el orante descarta.

11,1 El ave confía en la configuración de la montaña no menos que en sus alas: véase la fuga mental de Sal 55,7-9 y recuérdense las andanzas de David huido y perseguido.

11,2 Véanse Sal 37,14; 64,5.

11,3 En sentido propio son los cimientos del templo, en sentido figurado, leyes e instituciones. La imagen es polivalente: se derrumban los cimientos del orden social, del orden cósmico, Sal 82,5, pero el trono celeste no vacila.

11,4 Afirma el puro hecho de la presencia, “está”, antes de mencionar su actividad: Is 18,4; 66,1; Hab 2,20; los ojos: Jr 32,19.

11,5 Se entrevé al fondo el castigo ejemplar de Sodoma y Gomorra: Gn 19,24; Is 34,9s; Ez 38,22. Es un castigo definitivo.

11,6 Véase Prov 6,16-19.

11,7 ¿Qué alcance tiene “ver el rostro de Dios”? Hay que colocar la frase en la línea de Jacob (Gn 32,30). Moisés (Éx 33,18-21) y el final del Sal 17. También se puede seguir la línea de Job 9,11; 23,9; 19,27 y 41,5.

Transposición cristiana. Puede referir el salmo al juicio de Jesucristo al final de los tiempos: Hch 10,42; recoge la imagen de la copa Ap 15,7; 16,1. Para algunos casos el evangelio recomienda la fuga: Mt 10,23. El ver a Dios entra en el horizonte de la visión beatífica.