lunes, 8 de marzo de 2010

SALMO 13. (12)

2 ¿Hasta cuándo, Señor?,
¿te olvidas para siempre?
¿hasta cuándo me escondes tu rostro?
3 ¿hasta cuándo he de estar cavilando
con el corazón apenado todo el día?
¿Hasta cuándo va a prevalecer mi enemigo?

4 Atiende, respóndeme, Señor Dios mío,
da luz a mis ojos,
que no duerman el sueño de la muerte.
5 Que no diga mi enemigo: Le he podido,
ni se alegre mi adversario de mi fracaso.

6 Pues yo confío en tu lealtad,
mi corazón goza con tu salvación;
cantaré al Señor
por el bien que me ha hecho.


13. Súplica con sentimiento de urgencia, expresada en la repetición anafórica "hasta cuándo". Es la conciencia de la muerte (4) lo que imprime a la vida humana el sentimiento de prisa: Dios tiene tiempo porque es eterno, el hombre no lo tiene porque es mortal. Los tiempos de Dios y del hombre no coinciden. El hombre puede encomendar la sólución a la historia que le sobrevive y continúa: pero, si la muerte es el último sueño, ¿de qué le vale? El orante no se abre a una reflexión comunitaria. Paralelo de muerte es el "fracaso", pérdida de la provisoria consistencia que es vivir. Más allá de su muerte sonará el grito de victoria de sus enemigos, que escucha mentalmente. ¿Puede el hombre orando apresurar los tiempos de Dios? (cfr. Eclo 36,10).
Descubriendo su rostro Dios "da luz a los ojos", y luz es vida. Al final se impone la esperanza en la salvación por obra de Dios.

13,2 La pregunta es frecuente en contextos diversos, también pronunciada por Dios: Éx 16,28; Nm 14,11; Hab 1,2. En su impaciencia, el orante tiene la impresión de que es definitivo: cfr. Sal 77,8s; Lm 5,20.

13,3 "Cavilando": durante la inacción de Dios, el hombre pasa el tiempo haciendo y desechando planes.

13,4 El sueño eterno, definitivo: Jr 51,39; la luz de la supervivencia: Esd 9,8.

13,5 "Le he podido" es grito de victoria: véase Jr 1,13; 15,20; 20,7.9s.

13,6 En el breve salmo se consuma el proceso liberador: de la aflicción extrema a la confianza, de ésta al gozo, de éste al canto.

Transposición cristiana. Ef 5,14 recoge la ecuación simbólica sueño=muerte y presenta al Mesías como fuente de luz. La iluminación de Cristo se lee en Lc 1,79; Jn 1,9; Ef 1,18. Por la resurrección de Jesucristo la muerte deja de ser el sueño sin despertar.

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