domingo, 27 de febrero de 2011

SALMO 47 (46)

2 Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo
3 porque el Señor es altísimo y terrible,
emperador de toda la tierra.
4 El nos somete pueblos,
nos sojuzga naciones.
5 Nos escoge nuestra heredad,
el orgullo de Jacob, su amado.
6 Ascendió Dios entre aclamaciones,
el Señor a toque de trompeta.


7 Tañed para Dios, tañed,
tañed para nuestro rey, tañed,
8 porque Dios es rey de toda la tierra:
tañed con maestría.
9 Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su santo trono.
10 Príncipes paganos se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán,
porque de Dios son los escudos de la tierra
y él es sublime.




47 La comunidad festeja a Yhwh como rey nacional y universal. "Ex-alt-ación" viene de "alto" y se apoya en el valor simbólico que para el hombre, animal vertical, tiene lo alto respecto a lo bajo. El rey sube y se sienta en el trono, súbdito y vasallos lo aclaman con acompañamiento de música. Ese rey no es extranjero: es nada menos que Dios y su nombre es Yhwh. Puede ilustrar el salmo los relatos de 1 Re 1; 2 Re 11; 2 Sm 6.

¿Se trata de un simple texto poético o es el texto de una ceremonia litúrgica? En el segundo caso habrá que imaginar la presencia de Yhwh en el arca. Un heraldo invita a la concurrencia, que responde con aplausos y aclamaciones, mientras suena la trompeta heráldica. Sube la procesión por la colina de Sión, penetra en el recinto del templo y el arca es conducida a su lugar, el camarín. Se pregunta si la ceremonia fue un hecho único, fundacional, o si se repetía periódicamente.

Sea real o no la reconstrucción imaginativa, el salmo proclama la realeza de Yhwh y su reino universal. Dar al Dios nacional el título de rey podría ser importación cultural; la relación de alianza podía favorecerlo: véase 1 Sm 8,7s. Sobre el universalismo el salmo ofrece varios datos: compete a Yhwh el dominio universal (3.8s); escoge un pueblo al que somete otras naciones (4); al pueblo escogido se agregan o incorporan príncipes extranjeros (¿con sus pueblos?).

La composición es de doble onda, con marcados paralelismos: 2=7, 3=8, 6=9b y final de 10; así se destada la asimetría de 4-5 y 10a.

47,2 En un invitatorio clásico figuran como destinatarios todos los pueblos. Si debieran aclamar solo a ´elohim= Dios, no sería extraño; pero el verso inmediato individualiza. La invitación suena como hipérbole, quizá como utopía.

47,3 Nombre y títulos. Se llama Yhwh, es el "Altísimo": cfr. Gn 14,18-22, y 21 veces en el salterio. Es "terrible", impresionante, temible por su poder, respetable por su majestad. Es "emperador" universal: para el título humano, is 36,4.13.

47,4-6 Sigue una motivación nacional, nacionalista, que se puede leer como estilización de la historia. En efecto: pueblos sometidos = victoria sobre reyes cananeos con expulsión o sujeción, entrega de una heredad = territorio entregado al pueblo, entronización de Yhwh = instalación del arca en Jerusalén.
Con desplazamiento de sentido se cantaría a la vuelta del destierro. Pero esta motivación nacional ¿puede convencer a otros pueblos?

47,4 "Bajo los pies" se humilla el cuello del vencido: Jos 10,24; Is 51,23; Bar 4,25.

47,5 La sintaxis es ambigua. Interpreto: la heredad escogida y entregada es nuestro orgullo, de Jacob, el patriarca amado o predilecto.

47,6 El verbo está en perfecto; es uno de los verbos clásicos de la salida de Egipto hacia Canaán. Sueja a paradoja que el Dios "Altísmo" ascienda.

47,9 El trono está en el cielo (Sal 93,2; 103,19; Is 66,1), en Jerusalén o SIón (Jr 17,12), en el templo (Is 6,1; Ez 43,7).

47,10a Acepto la lectura enmndada ´im ´am (haplografía). Los llama "príncipes" quizá para no llamarlos reyes (cfr. Sal 83,12). "Dios de Abrahán" abarca un horizonte universal, según Gn 17,5s.

47,10b. Los "escudos" pueden ser emblema de poder: 1 Re 10,17; 14,26s.

TRANSPOSICIÓN CRISTIANA

El tema de la realeza, de Dios Padre y de Jesucristo, atraviesa el NT y culmina en el Apocalipsis. El tema de la ascensión, sin perder su carácter de símbolo, adquiere un realismo nuevo aplicado a Cristo. Es el gran principio narrativo unificador de Lc 9,51 en adelante. También suena en Ef 4,9; Flp 2,5-11. La liturgia canta este salmo en la fiesta de la Ascensión.

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