miércoles, 19 de mayo de 2010

SALMO 19 (18).

2 Los cielos proclaman la gloria de Dios,
pregona el firmamento la actividad de sus manos.
3 Un día le pasa el mensaje a otro día,
una noche le informa a otra noche.
4 Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que so oiga su voz,
5 a toda la tierra alcanza su discurso,
a los confines del orbe su lenguaje.

Allí le ha plantado una tienda al sol:
6 Él, como un esposo, sale de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
7 Asoma por un extremo del cielo
y su órbita llega al otro extremo.
Nada se esconde a su calor.

8 La ley del Señor es perfecta:
devuelve el respiro;
el precepto del Señor es fiable:
instruye al ignorante;
9 los mandatos del Señor son rectos:
alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida:
da luz a los ojos;
10 el respeto del Señor es puro:
dura para siempre;
los mandamientos del Señor son genuinos;
justos sin excepción;
11 son más valiosos que el oro,
que el metal más fino;
son más dulces que la miel
que destila un panal.

12 Aunque tu siervo se alumbra con ellos
y guardarlos trae gran recompensa,
13 las inadvertencias ¿quíén las percibe?
Absuélvame de culpas ocultas;
14 de la arrogancia preserva a tu siervo,
para que no me domine.
Entonces quedaré íntegro
e inocente de grave pecado.

15 Que te agraden las palabras de mi boca,
acepta mi meditación,
¡Señor, Roca mía, Redentor mío!


19 Algunos niegan la unidad del salmo, por el cambio de tema, de estilo, de nombre divino. Otros lo reparten en un par de etapas de composición. Las razones pesan poco y la división empobrece el sentido. El género hímnico admite y unifica materiales diversos, p. ej. Sal 136 o 147. Defendiendo la unidad lo explicaré en cuatro secciones.

LECTURA UNITARIA. El cielo revela al hombre el orden y la alabanza: el orden como hecho ontológico. La alabanza como interpretación de lenguaje. La creación interpela al hombre invitándolo a la alabanza y la obediencia. El hombre podría abrirse al lenguaje de la creación y elevar la voz como liturgo del cosmos. Pero falla, y entonces Dios hace palabra su voluntad para ordenar al hombre. Vista así, la ley es razonable y deseable, valiosa y sabrosa; el hombre se siente atraído por ella y canta su alabanza. Pero vuelve a fallar, y su fallo es más grave. Es que la ley manda sin dar fuerzas, divide al hombre, le revela su impotencia. El hombre descubre su limitación radical y un poder que lo avasalla. Sentida dolorosamente su incapacidad, el hombre se vuelve a Dios pidiendo auxilio; y así la ley, mediatamente, encamina al hombre a su liberación. Dios solo puede devolver al hombre inocencia e integridad. Entonces el hombre puede entonar la alabanza, dando lenguaje formal al discurso inarticulado de los cielos, y esperando que Dios la acepte.

19,2-5a Primera sección. Ex abrupto introduce el poeta a sus colosales personajes, ocupados en hablar. Cielos y firmamento representan espacios personificados. La tierra es el lugar donde el público escucha. Días y nocnes son tiempos personificados, repartidos en dos filas, sin contigüedad: día y noche no se hablan.

¿Cómo hablan esos personajes? Se acumulan términos del campo semántico del lenguaje. Es un lenguaje peculiar: no tiene palabras o lexemas, dbrym; no tiene sentencias o sintagmas, ´mr; ni siquiera tiene fonemas qwl. Sin embargo se propaga a todas partes y es inteligible: lenguaje universal anterior y superior a la confusión babélica. Su tema es la gloria (cfr. Is 6,3) y la acción o actividad.

19,5b-7 Segunda sección. De nuevo por sorpresa entra en escena otro magnífico protagonista. "Sol" suele ser en hebreo femenino. El poeta lo contempla aquí en figura masculina, soldado o paladín veloz y gigantesco. Domina todo el espacio diurno. Tiene rasgos domésticos proyectados a escala cósmica. Posee una tienda y en ella un tálamo, donde pasa su noche de amor. Se levanta fresco por la mañana y sale de casa para hacer el larguísimo recorrido diario que le tienen asignado. Por el camino va repartiendo un calor que penetra en todas partes. Las dotes clásicas del guerrero son agilidad y fuerza (2 Sm 2,23). Aunque no habla, con su acción repite o traduce el mensaje universal de cielo y firmamento.

19,8-11 Tercera sección. Sin transición ni introducción entre un tema nuevo. Entra la ley abriendo paso a seis sentencias de una regularidad exasperante, como materializando en lenguaje el orden que intenta establecer. Sólo sies: falta una para la perfección.
Los predicados son en gran parte corpóreos: respiración, corazón, ojos; es límpida y pura, es estable y ofrece apoyo. Es razonable, no teme dar razones y así educa al inexperto sin dejarlo en su ignorancia. Es lúcida, no exige obediencia ciega, sino que ilumina los ojos. Da alegría interna, no es carga insoportable.
El último verso propone dos coparaciones: oro, símbolo y medida de valor; miel, manjar el más sabroso (Prov 16,24). El autor piensa en el contenido más que en la formalidad de la ley.

19,12-15a Cuarta sección. Con una partícula concesiva introduce una paradoja inesperada: la ley es perfecta, yo no; ilumina, pero muchas cosas se me ocultan; la saboreo y no logro cumplirla. Tres cosas humillan o amenazan al orante.
Inadvertencias. Al faltar el pleno conocimiento falta el pleno consentimiento, el reato formal. La ley desarrolla una serie de normas de trascendencia para afinar la conciencia, para alertar la advertencia: Lv 4*5; Nm 15.
Faltas ocultas. Podemos amplificar: malas inclinaciones, tendencias, motivos reprimidos, actitudes; cuanto el hombre se empeña en no ver: Sal 90,8.
Arrogancia. Es lo más grave: el delito a sabiendas y a conciencia: Nm 15,30; Dt 17,12. Es acción personal y es potencia que intenta someter al hombre: cfr. Gn 4,7. Pero el "siervo" de Dios no debe ser esclavo del pecado. Al sentirse impotente, el hombre apela a la gracia de Dios. Implora la absolución para salir "inocente"; con la ayuda de Dios será "íntegro" o perfecto.

19,13 Lv 5,17s; Nm 15,30.

19,15 Ya absuelto y con la integridad recobrada, el orante puede pronunciar su plegaria uniéndose al himno de la creación y respondiendo al atractivo de la ley. Su oración pondrá de acuerdo boca con mente y será aceptada por Dios: cfr. Ex 28,38; Lv 1,3.
Concluye con dos títulos: una metáfora de la naturaleza, otra de la legislación.

TRANSPOSICIÓN CRISTIANA.

Rom 10,18 aplica el v.4 a la predicación del evangelio. El cristiano contempla la creación restaurada en Cristo. Los antiguos explotaron el símbolo del sol como esposo; su salida del tálamo de María en el nacimiento, su carrera "desde el Padre hasta el Padre"; su calor es el Espíritu. La reflexión sobre ley y gracia anticipa la enseñanza de Pablo.

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