domingo, 1 de agosto de 2010

SALMO 28 (27)

1 A ti, Señor, te invoco.
Roca mía, no te me hagas el sordo;
que si te me callas, seré uno de tantos
como bajan a la fosa.
2 Escucha la voz de mi súplica
cuando te pido auxilio,
cuando tiendo las manos
hacia tu templo sagrado.

3 No me arrebates con los malvados
ni con los malhechores:
saludan con la paz al prójimo
y con malicia en el corazón.
4 Dales lo que merecen sus obras
y la maldad de sus actos,
dales lo que merecen sus acciones,
devuélveles lo que se merecen.
5 Como no atienden a la obra de Dios,
a la acción de sus manos,
los derribará y no los reconstruirá.

6 ¡Bendito sea el Señor
que escuchó la voz de mi súplica!
7 El Señor es mi fuerza y mi escudo:
en él confía mi corazón.
Me socorrió y mi corazón exulta
y le canta agradecido.

8 El Señor es mi fuerza
y baluarte salvador de su Ungido.
9 Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad,
apaciéntalos y llévalos por siempre.


Es una súplica con sus motivaciones: el peligro extremo del orante (1), la agresión del enemigo (3-5); incluye la acción de gracias anticipada (6-7) que responde a la petición (2a y 6b). El final es un apéndice: petición por el rey y el pueblo. Aunque los motivos son convencionales, el modo de tratarlos tiene detalles originales.

28,1 Los dos verbos juntos se refieren al destierro en Is 42,14. Separados son frecuentes y suelen significar una actitud provisional de Dios. La segunda parte apunta al misterio de la conservación: sin la intervención de Dios, el hombre fenece; claro que el autor lo enfoca a un peligro grave.

28,2 El debir es el camarín o recinto último del templo, adonde accede una vez al año el sumo sacerdote. La fórmula resulta original y enfática.

28,3-5 Salvo un par de datos, las acciones de los malvados son genéricas. La pena invocada puede ser simple retribución, sin evocar la ley del talión.

28,3 Un buen comentario sobre la falsedad se lee en Prov 26,24-26.

28,4 Sobre la retribución: Is 59,16; Sal 94,2; Prov 12,14 etc.

28,5 Los malvados despliegan su actividad prescindiendo de Dios: mentalmente ellos reducen al Señor al silencio o la inacción.

28,7 Los títulos militares son aquí convencionales.

28,8 El recuerdo final del Ungido (rey) es semejante al del Sal 61.

28,9 Los títulos tradicionales se acumulan: pueblo, heredad, rebaño (implícito).

TRANSPOSICIÓN CRISTIANA.

El grito de Cristo en la cruz, "¿por qué me has abandonado?" parece resonar dentro del silencio de Dios, por el cual Cristo inocente se asemeja a los pecadores que bajan a la fosa. Pero el corazón de Cristo confía en el Padre, y éste salva a su Ungido y por él a su pueblo.

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