lunes, 23 de agosto de 2010

SALMO 30 (29)

2 Te ensalzaré, Señor, porque has tirado de mí
y no has dado la victoria a mis enemigos.
3 Señor Dios mío, te pedí auxilio
y me sanaste.
4 Señor, alzaste mi vida del Abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

5 Tañed para el Señor, sus adictos,
dad gracias a su nombre santo:
6 Un instante dura su cóloera,
toda la vida su favor;
al atardecer se hospeda el llanto,
al amanecer el júbilo.

7 Yo pensaba muy seguro:
"No vacilaré jamás";
8 Señor, con tu favor me estableciste
sobre montañas firmes;
escondiste tu rostro
y quedé desconcertado.

9 A ti, Señor, llamé;
a mi dueño supliqué:
10 ¿Qué ganas con mi muerte,
con que baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo
o va a proclamar tu lealtad?
11 Escucha, Señor, ten piedad,
Señor, socórreme.

12 Cambiaste mi luto en danza,
me desataste el sayal
y me ceñiste de fiesta.
13 Así te canta mi alma sin callarme,
Señor Dios mío, te daré gracias siempre.




Acción de gracias de un enfermo grave que ha sanado de enfermedad mortal. El caso de Ezequías, Is 38, puede servir de ilustración: es lógico que tenga puntos de contacto con el salmo. El orden cronológico de los sucesos es: enfermedad -súplica- curación - acción de gracias. El orante avanza retrasando cada vez más su comienzo; primero curación; segundo súplica y curación, tercero enfermedad, súplica y liberación; en el segundo y tercero completa con acción de gracias. Con lo cual resulta que 10-11 es el texto de la súplica anunciada. La alteración del orden normal procede de la conmoción lírica.

Lo más llamativo del salmo, lo que constituye su sustancia son las polaridades acumuladas: vida/ abismo; vida/ fosa; cólera/ favor; instante/ vida; atardecer/ amanecer; desatar/ ceñir; llanto/ júbilo; no vacilar/ desconcierto; favor/ ocultar el rostro; luto/ danza; sayal/ fiesta; cantar/ callar. La polaridad vida y muerte es la bina generatriz de las demás. El que reza ha tocado conscientemente la frontera de la vida y la muerte; de vuelta de esa frontera tremenda, con el temblor de la amenaza última, deja brotar el poema.

Las polaridades se ordenan en dos ejes semánticos: subida/bajada y silencio/canto. La muerte es caída que derriba la verticalidad del hombre, bajada a la fosa, al Abismo (she´ol). Cuando los sepultureros están descolgando el cadáver con cuerdas, el Señor desde arriba da un tirón y saca el cadáver ¡vivo! El silencio es carencia de canto litúrgico. Los muertos se quedan sin voz singular o coral, Dios se queda sin su alabanza: Is 38,18s; Sal 88,11-13; Eclo 17,27s.


30,2 El verbo significa tirar de, jalar. El enemigo triunfante podría ser la Muerte personificada, como en Jr 9,20; Sal 49,15; Job 28,22.

30,3 Dios cura, es uno de sus oficios: Sal 6,3; 41,5; 103,3; 107,20 etc.

30,4 "Bajar a la fosa" es expresión descriptiva corriente: Sal 28,1; 88,5; 143,7.

30,6 Alternativa: "su cólera inspirada ansiedad, su favor da vida". Compárese con Is 54,7.

30,8 Leo en primer hemistiquio a la luz de Sal 18,34, "me estableció en mis alturas", que pronuncia el supuesto David. La acción ha sido de Dios. El orante ha pecado de presunción, Dios le retira su favor y le hace experimentar su desvalimiento.

30,10 ¿Ganancia para Dios? Si lo dice como hombre, ¿gana Dios algo con la muerte de cualquier hombre? Si lo dice como pecador, ¿es ganancia restablecer la justicia haciendo morir a un ser humano? Si lo dice como arrepentido: su vida recobrada podrá estar al servicio de Dios.

30,12 Del luto ritual pasa a la danza festiva: Éx 15,20; Jue 11,34; 21,21.

30,13 "Por siempre": ¿qué significa esta frase en el horizonte mental del autor? Lo ha dicho en el v.7 y fue presunción. Esta vez la muerte no ha lanzado la carcajada del triunfo, pero al final cantará victoria (Sal 49,9). Si esta vez no ha sucedido, pronto bajará el orante a la fosa y ya no alabará a su Dios. Para él "por siempre" significa mientras viva: Ex 21,6; Lv 25,46.

TRANSPOSICIÓN CRISTIANA.

En el horizonte cristiano la última frase consigue la plenitud de sentido. Primero en Cristo (Jn 17), después en los cristianos. Pablo llama a la muerte "el último enemigo" (1 Cor 15,26) y anuncia su derrota final (1 Cor 15,56).

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